Tengo un bló

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Tmeo, la mejor revista de humor

miércoles, 30 de abril de 2008

Llenando mi agenda de actividades

Desde que he llegado a estas tierras he batido récords laborales. Un récord fantástico entre echar un currículum, hacer un test psicológico y ser contratada. Y la misma celeridad para ser despedida ante la falta de quehacer. Ya decía yo, mientras me pasaba las horas aburrida en mi mesa, que no presagiaba nada bueno la falta de trabajo. Mi jefa embarazada desaparecía por las tardes, y mi compañera de oficina me enseñaba lo poco que podía enseñarme. Al final la superjefa de Granollers, a la que le hacíamos tareas de rastreo comercial, decidió prescindir de mi culo.

Las horas libres han permitido por fin encontrar abierto el local de la associació de veïns del barri, para apuntarme a classes de català. Su eficacia es espectacular: La chica de la associació me dijo que hablaría con la senyora professora para que el dimarts pudiera ir a clase a las vuit de la tarda, y efectivamente, ayer llegué y no sabían de mi existencia.

Me aceptaron en la clase con el morro torcido, porque no sabían si cabría una más. Por lo visto ya somos unos once, y ayer se notaba, porque contándome a mí y si contar a la mestressa, éramos quatre, aunque no gats sino dones. Dos moritas, una con chador y otra occidentalizada. La del chador, de la que se me escapa el nombre, es muy calladita y le cuesta mucho hacerse al alfabeto latino. La otra, con el cabello suelto y decolorado (Desde ahora Zouina) lleva ventaja. Yo me senté al lado de una oronda y rubísima mujer que resultó rusa con la que hice buenas migas (A partir de ahora Svetlana). La profesora tiene que ir deletreando a las magrebíes el alfabeto y a Svetlana y a mí nos va mirando los ejercicios en rápidos repasos. Dice que tinc molt bona pronunciaciò, lo cual no resulta extraño, porque al menos una de mis lenguas maternas es tan latina como el català, al contrario que mis exóticas condiscípulas. Se le iluminó el rostro cuando le pregunté por el número de vocales del catalán, supongo que por lo harta que tiene que estar de no salir de conjugar los presentes de indicativo de los verbos principales.

Esta mañana estaba llamando a carpinterías metálicas para que me hagan presupuestos para cambiar una ventana cuando me han llamado de una multinacional de las ett. La voz inequívocamente latinoamericana que preguntaba por mí quería concertarme una cita en la oficina principal de la firma en la ciudad condal para ver si soy apta en la oficina de la ciudad donde resido así que tengo una entrevista el simbólico 2 de mayo para ver si me quieren o no. Por cierto que el nombre de mi interlocutora también es genuínamente latinoamericano. Ay, como les gusta por esa región del mundo ponerse estrambóticos nominativos.

Ayer también tuve una entrevista en una empresa de alimentación de una localidad cercana. Me hicieron esperar un poco. No me desagradaría trabajar allá. A ver si me quieren. Esperaba un empresario cazurro, cabezón y deformado por la buena vida, estereotipos que tiene una en la cabeza, y me encontré con un hombre alto, educado, incluso guapete. (No te asustes, cariño, que sólo te quiero a ti). A ver qué me cuentan la semana que viene.

viernes, 25 de abril de 2008

La informática, esa maleva de tango

Que conste que no es del todo culpa mía el hecho de que no haya escrito con mayor continuidad. Primero encontré un empleo donde dedicar mis horas a tramitar altas y bajas en la seguridad social y registrar contratos. Aunque dado como está el panorama, me paso el día mano sobre mano. Mi jefa parece el Guadiana, porque desaparece...sobre todo por las tardes. Mi compañera es una chavalita con más afán que talento, pero es una niña muy divertida y cordial. Es fácil tomarle cariño, aunque se pase el día fumando y respirando fatigosamente pese a su juventud.

Las lluvias fastidiaron el teléfono y de paso el router, y pare reMATAR, fue la culpable de que se cargase la tarjeta PCI del ordenador. Y así llevo un montón de tiempos sin pasarme por la página ni para decir que me he comprado dos libros en Sant Jordi y me han regalado un par de rosas.

Próximos boletines informativos de la basque bondissante. Me largo a Sabadell a pagar una cena por perder una apuesta sobre diámetros de cabeza.

martes, 1 de abril de 2008

Excursión a Terrassa

Hoy tenía claros mis objetivos. Debía levantarme temprano para ir a cazar una nueva ETT en Terrassa dede la que me llamaron ayer tarde. Para ello adelanté una hora el despertador y menos mal que tengo una capacidad sensorial extraordinaria para el cumplimiento del deber, porque he recordado al abrir el ojo a esa hora que no había activado el disparo de la radio y el pitidito ese tan molesto que lo acompaña. La cabeza me queda monísima para llevar somberos.

He llegado sin problemas a la estación de RENFE. En la taquilla había dos jóvenes yankees y dentro, defendiendo su guarida, la taquillera impertérrita como un plato de habas -que diría mi padre-. Como veía que lo único que avanzaba eran los minutos, pero la cola no, he hecho de intérprete para las mozas useras, que querían comprarse billete para Tarragona, pero querían hacer escala en Sitges. Al fin he agarrado el tren por sus cuernos y pasando paisajes montserratinos he llegado a la estación de Terrassa, que me ha parecido una población con un centro muy mono. Casas de estilo modernista de principios de siglo XX, calles peatonales, paseantes tranquilos, un carrer dels gavatxons que supongo que a los franceses mucha gracia no les debe de hacer. Como tenía tiempo he merodeado por la manzana donde está la oficina que tenía que cazar y he entrado a tomarme un café en un establecimiento de esa calle -Un café espantoso, por cierto- porque hacía un frío de unas docenas de pares. Además, me he encontrado allá mismo con una sucursal de mi caja de ahorros de toda mi vida, lo cual me ha sacado una sonrisa mientras yo sacaba la tarjeta de débito para ordeñar mi cuenta.

Después de rellenar el enésimo cuestionario para la ett gracias a lo cual ya me sé de memoria mi número de la ss, he salido a la rambla de Egara y un cartel se me ha aparecido: Oficina de turismo. Y entonces he hecho lo que solían hacer mis padres cuando se iban de excursión: Asaltar la oficina y sacarles unos mapas de la zona.

Salía yo con mis folletos turísticos cuando me aborda un fulano calvo con acento ineludiblemente porteño, me planta una vara de incienso en la mano a la vez que va contándome el rollo de que es monje budista que acaba de venir de la India, y yo le hago el gesto de que no me diga más y echo mano a mi monedero con treinta céntimos en calderilla diciéndole con cara de buena chica que sólo tengo eso, ante lo cual pone la mano y me deja de dar el coñazo, que es lo que yo quería. Esto seguro que la saca la sonrisa a mi amor, que ya sabe que tengo poco aguante para los pedigüeños. La verdad es que siempre vienen a mí. Debo tener cara de buena y tonta.

Así que llego al barri, cazando otra ett por el camino. Veo delante de casa una furgoneta de electricista, subo las escaleras y me encuentro con que el moro del segundo (hasta que no le ponga otro apelativo, ese será su nombre) está de obras. El chispas ha sembrado el descansillo y las escaleras de cables, escombros y herramientas, y yo voy pegando zancadas entre los huecos libres mentras el currela sale pidiéndo disculpas y haciendo sitio de paso una vez que yo ya he superado la barricada. Tiene gracia que en este inmueble de 6 pisos, en el que sólo hay 2 vecinos sea justo el vecino de abajo el que está de obras. C´est la vie, mes amis.