Tengo un bló

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Tmeo, la mejor revista de humor

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Díes de nadal

Yo no sé qué es lo que pasa con este dichoso blog. Llevo tres días intentando entrar en él y no había forma de hacer la conexión. En fin, supongo que algo habrán estado haciendo los administradores de la página. Se acerca la navidad al galope sobre un reno o un camello, por ser los cuadrúpedos más afamados estos días. Hasta mi jefe me ha dicho que cuelgue cuatro adornos en la recepción y cuando me he sonreído me ha preguntado si es que no tengo espíritu navideño. Lo que no sabe que de lo que carezco es de espíritu decorador. Cuando era niña me encantaba poner el nacimiento, el árbol e incluso ahuecar el serrín de nuestro Olentzero. Entre mi madre y mis hermanos nos curramos un carbonero borrachín estupendo. La cara nos falló el primer año y le pusimos una careta de Popeye, por ser un personaje con pipa. Al año siguiente mi madre sacó la cabeza de corcho de su vieja peluca que estaba desnarigada (alguno de sus hijos debimos de ser los culpables en nuestra infancia) y me tuve que currar una nariz con un tapón de cava. Creo que me tocó a mí porque alguien me había colgado el sambenito de "artista" del núcleo familiar. Quedó hasta molón.

Ahora a mi maravillosa novia, que tiene la virtud de ser una de las poquísimas personas adultas que sigue amando la navidad, es la que intenta contagiarme de esa alegría y me arrastra por los comercios chinos - bueno, y suecos también, que el otro día se trajo un kit de adornos del Ikea de Badalona- . Tiene su gracia que sean los chinos de religión budista los que nos ofrezcan productos tan cristianos. Hará un par de semanas montamos el belén y el árbol. Aún esta casa es jóven y no tiene lugares fijos donde poner nuestros primeros motivos navideños. Ella consiguió el año pasado un Belén de una afamada casa de juguetes norteamericana de fabricación china...como todo. Es por eso que debe ser que aparte del rey negro y el blanco, tenemos uno de rasgos asiáticos. Pero este Belén sólo tiene un camello. Conseguimos otro dromedario de un recuerdo volcánico de Tenerife, y si invitamos al vecino marroquí de abajo, ya tendremos los tres camellos reunidos.

Y lo que me extraña es que aquí los niños, como pasa en mi lugar de origen, no pidan un aguinaldo casa por casa cantando villancicos. Con lo despiertos que son los catalanes para hacer negocios.

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